En el primer post dedicado a esta propuesta, destacábamos el valor del trabajo en las tarjetas de felicitación con los niños. Vale la pena repasar el concepto sintético y clave: el valor en sí mismo se potencia desde múltiples facetas, una de ellas es lo formativo, pero la más importante el afectivo y espiritual de hacer algo con nuestras propias manos y obsequiarlo a otro como muestra de nuestro afecto o amor.
Todos tenemos alguna experiencia de este tipo seguramente, yo citaré las dos tarjetas que recuerdo y guardo con mayor celo, ambas de mis hijos, con la clásica letra desprolija y de trazo irregular de los niños, pero que para las madres – coincidiréis conmigo- es la más linda del mundo. La tarjeta de mi hija decía “mamá linda, quiero ser como tú” y la de mi hijo decía “tú eres mi mamá preferida”.
Para referirnos a la manualidad en sí misma hoy quiero destacar un aspecto, que podemos apreciar claramente en la imagen tomada de lasmanualidades.com. Me refiero explícitamente a tomar la iniciativa y ser audaces en la combinación de ciertos materiales que en un principio quizá no parezcan afines.
La imagen de portada es un buen ejemplo, pues combina con muy buen gusto, cartulina, tela y botones.Pero la lista podría ser amplia: algodón, hebras de hilo, lana, arena, harina de maíz, láminas de papel metal, abalorios, espejos pequeños. En fin, la lista es amplia y la dejo abierta a vuestro aporte de sugerencias a través de algunos comentarios.
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